lunes, agosto 7

Ya no puedo seguir así, ¡no quiero callarlo más! Eres Tú mi Jesús, quien me ha hecho pasear por senderos de victoria y verdad. Tú, el único que solamente con su voz estremece mi ser por completo, sin tiempo para el desánimo, sin oídos para los acusadores; ya no hay dedo que apunte ni conciencia que acuse: ¡Tú me hiciste libre! ¿Acaso bastan las palabras de gratitud, acaso hay algo en mi poder que pague todo lo que hiciste por mí? Nada, todo es tuyo. No tengo más que entregarte, que ofrecerme en santidad y amor. Te daría mi vida, pero ya la compraste… ¡a precio de sangre! Mi boca es incapaz de expresar lo que siento aquí dentro, ¡me diste vida! En medio de la tempestad, tu mano irrumpió e hizo todas las cosas nuevas, simplemente porque me amas. Y no importó temor ni duda, porque ninguno de ellos pudo anular tu propósito. Es que no alcanzo a entender por qué, ni me interesa comprender, todo lo que hago es agradecerte, y entregarlo todo a tus pies, ahí donde mi alma se regocija y encuentra plenitud de vida.

¿Qué fue de aquel paisaje gris, qué fue de aquellos caminos bañados de nieve que recuerdan cada huella del pasado? Limpio es por tu sangre, rociado con las lágrimas que derramaste por el gozo puesto delante de Ti. Es verdad, la lluvia sigue, mas no es igual: hoy fluye la lluvia de tu manantial de vida, ¡los ríos que saltan para vida eterna! ¡Ahora todo tiene sentido! Me sacaste del pozo de la desesperación, del pozo cenagoso; mis pies pusiste sobre la roca y enderezaste mis pasos. ¡Pusiste en mi boca cántico nuevo! ¿Para qué? Para que vean esto muchos, teman, y confíen también en Ti.

De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven. Fueron mis lágrimas el alimento de mi alma, pero hoy ha descendido pan del cielo: Maná de mi desierto ¡Eres tú, Jesús, quien sacia mi corazón! La soledad no me acompaña más, y su ausencia se vuelve presente. Destellos grisáceos fulguraban sutilmente en mis pupilas, hasta que el canto de tu palpitar acarició mis párpados estridentes, que como perlas aprisionadas entre espinas no pudieron brillar ante la sombra que no pude ver, la sombra de Tus alas. Aunque bramen y se turben las aguas, aunque el sol alumbre un último rayo de adiós antes de dar paso a la oscuridad y la negrura devore su esplendor ¡si tú estás en mi barca estoy seguro! Aunque me absorban los afanes de la ciudad, y mil caminos me persigan, espinosos o frígidos, hasta arrojarme a la deriva, ¡tus brazos siguen abiertos, tu amor no cambia!

No guardaré silencio, ni envainaré mi espada. Si antes era débil, hoy eres tú mi Torre Fuerte, quien cabalga sobre palabras de verdad, humildad y justicia. ¡Fuerte soy! Adiestra mis manos, ya no están vacías, Tú las llenas de poder y autoridad. Lo sé, estoy seguro, porque a mi corazón hablaste: Si Yo estoy contigo, ¿quién podrá contra ti? Ahora quiero navegar, por el camino que has trazado, en el río de vida quiero sumergirme, no hasta las rodillas, no cubras sólo mi cintura. Que mis pies no toquen fondo, ellos no me sostuvieron, sólo fue tu manto de gracia que me cargó a tus espaldas. Más y más adentro quiero nadar, hasta impregnarme de tu esencia, anhelando en todo momento despertar a tus sueños y hacerlos realidad.

No quiero sobrar en líneas, ni en adornos esta vez, sólo quiero decírtelo todo en simples palabras. Yo sé, las has escuchado muchas veces, y las seguirás escuchando hasta que exista frase capaz de reemplazarla… TE AMO.

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