domingo, septiembre 10
Mi humanidad exánime reclama su naturaleza, gime por un desahogo. La carga no es fácil, y mis manos están manchadas, extendidas suplican por un abrazo. Inseguro de serte fiel, pienso en las veces que no puedo estar contigo, y teniendo que contenerme, ahorro mis lágrimas para cuando no las use. Qué extenuante, tener que reprimir el deseo de llorar a tus pies y confesarte cuánto te amo, cuánto dependo de ti. Si alguna vez decidiera abandonarte, estoy seguro que todo lo que he ganado lo perdería, porque tú eres mi todo. Pretendo levantarme, pero aún mis rodillas son incapaces de sostenerme; me duele la sangre saber que lo que no soy es gracias a mi. No quiero tirar los dados otra vez, viéndolos confusamente rodar por una falsa libertad y que el aire decida… me haces falta, no permitas que mis deseos caigan por la borda y se ahoguen en el mar, déjalos llegar a la meta, aunque caminen entre el vaivén de las cuerdas… Mira mi entorno, mira esos árboles que a pesar de estarse carcomiendo siguen en pie. No hay excusa… no es suficiente, queda mucho que recorrer juntos, nos queda toda una vida por morir...
Me gustaría regalarte frutos y pétalos de rosas, pero por ahora sólo tengo estas hojas marchitas resquebrajadas por el viento, que abundan en estos días de invierno donde necesito mucho más que una brisa cálida...
domingo, septiembre 3
Acaso tienes un área coja que te impide caminar. Tu vida de oración se reduce a la raquítica tarea de hilvanar dos o tres frases sin sentido antes de quedarte dormido. Tu comunión con el Señor es nula. Sabes todo lo que pasa dentro de la iglesia, pero también sabes todo lo que ocurre afuera. Vives en la mitad, como un cristiano nominal. Sabes demasiado como para considerarte un inconverso, pero no lo suficiente como para ser un santo. Vives en santidad un poco, pero también... pecas un poquito. Alabas al Señor, y también maldices otro poco. Levantas tu vista al cielo a veces, pero tus ojos son vagabundos en algunas ocasiones. Cojo del alma, le llaman; minusválido espiritual, lisiado ministerial, paralítico del corazón a causa de un estúpido hábito oculto que claro, la horrible sensación de que Dios ya no te quiere recibir. "Lo siento"... pareciera excusarse un ángel: le dije a Dios que usted vino a verlo, pero me dice que ya no puede recibirlo... usted es demasiado inmundo para presentarse aquí: lo oculto arruinando lo público.
Puedes excusarte a que no lo puedes lograr, puedes excusarte diciendo que ese hábito te domina por completo, pero Dios está levantando un escuadrón diferente. Un escuadrón de agentes que se levantan una y otra vez. Sus métodos son diferentes, pero resultan. No tienen mentalidad de montón. Son únicos en su estirpe, con licencia para atar demonios. Es la fuerza especial de emergencia en combate contra los ejércitos invasores, combatientes espirituales en estado de alerta. La fuerza de choque del nuevo siglo. Un escuadrón para las líneas de vanguardia. Una división armada y peligrosa que pone las reglas. Violentos espirituales que sólo pelean en las líneas mayores. La peor pesadilla del infierno que jamás se haya levantado. Un ejército de intocables al servicio del General de generales. Agentes de ultraespionaje espiritual en el campo enemigo. Una brigada de jóvenes entrenados para ganar. Una fuerza que desconoce el significado de la palabra derrota. Los únicos capaces de descender al mismo infierno y desafiar al enemigo. Combatientes que no esperan que las cosas ocurran, sino que ellos hacen que ocurran. Un ejército que entra en escena inesperadamente. Soldados sin márgen de error. Agentes con una sola consigna: evangelizar o morir. Retroceder nunca, rendirse jamás. Combatientes en alerta rojo que viven en el ojo del huracán. No hay una tercera opción, o eres único, o parte del montón.
[...Se acabó el tiempo de ser espectadores, se acabó el tiempo de la esterilidad...]